Un día en los cafetales
Uno de los principales motivos por los cuales el departamento del Quindío ha reducido a la mitad los cultivos de café es el turismo. El famoso Paisaje Cultural Cafetero es promocionado por cientos de agencias de viaje y páginas web. Sin embargo, la realidad más allá del Quindío es otra; conocer de primera mano cómo un caficultor común y corriente produce café es una experiencia sin igual. El verde de las plantas de café, de las montañas, el rojo de los granos a punto de ser recolectado, el color particular del café después del secado, la fuerza con la que los recolectores tienen que cargar pesados bultos, la tenacidad para resistir en medio de una crisis que los tiene casi en la quiera. Esos son los verdaderos colores y retratos del paisaje y de caficultores de carne y hueso que permiten que usted tenga una taza de café en sus manos.
Los días de los caficultores empiezan antes de que el sol aparezca en el cielo encapotado de finales de abril. Las luces de los pueblos cercanos todavía están prendidas como estrellas amarillas que juntan por las montañas.
Víctor inicia su jornada faltando un cuarto para las seis de la mañana. Se pone su overol, se calza unas botas de caucho y se va a trabajar. Después de lavar el café, corre el techo metálico de la Elda, que es un espacio en el que se pone el café al sol.
Los granos de café deben quedar esparcidos de manera uniforme sobre la Elda, para que el sol les pegue bien. Víctor usa un rastrillo para cumplir con ese trabajo. El olor que empieza a emanar de la Elda es profundo y trascendental.
Traer el café desde el lugar donde se lava hasta la Elda es un trabajo agotador. Víctor cargó alrededor de doscientos kilos en cuatro viajes.
Víctor es administrador de la finca en la que vive y, además de encargarse del proceso del café, también tiene que quitar la maleza y el rastrojo, para que los cultivos crezcan sanos.
El trabajo que implica cortar matas y palos viejos de café es arduo y desgastante. Supone un gran esfuerzo físico que se extiende por horas. El calor y los mosquitos que se alborotan con el ruido de la motosierra, dificultan aún más la tarea
Con machetes y motosierras los caficultores también se disponen a quitar los palos de café que tienen más de ocho años, pues la cosecha que ofrecen ya no tiene la calidad necesaria. Estas plantas ancianas tienen una muerte prematura.
Sin embargo, la motosierra es una herramienta fundamental para el trabajo de cualquier agricultor, puesto que agiliza un proceso que, al paso de antes, se demoraba mucho más.
Las mañanas en esta época del año son frías. El Verjel es un corregimiento de un clima templado que se alza sobre las montañas y ofrece una amplia perspectiva de los cielos del Valle del Cauca.
Estas son chapolas, las semillas del café que apenas estiran un tallo incipiente y que, cuando tengan la edad suficiente, serán plantadas junto a los otros palos de café. Henry las examina como si fueran cachorros y, a veces, escoge alguna para trasplantar.
Otra de las actividades que los caficultores deben realizar cuando hay cosecha es pesar el café. De esa forma calculan cuántos sacos salieron en cada cosecha. Henry pone un costal atiborrado de café en una pesa y espera que le dé el número exacto: 50 kilogramos.
Cuando el saco no pesa 50 kilos exactos (que es casi siempre), Henry debe agregar o restar los granos de café con mucha paciencia. Esta vez le hizo falta, así que debe traer más café y empezar a mirar la báscula con precisión.
Además del agua, del sol y la sombra, los caficultores deben usar otros productos para que los granos de café crezcan sanos y maduren bien. En este caso Henry va a usar una serie de fertilizantes.
Henry palpa el fertilizante con sus manos desnudas y lo sirve en un balde hueco para aplicarlo a los palos de café con más facilidad.
Henry palpa el fertilizante con sus manos desnudas y lo sirve en un balde hueco para aplicarlo a los palos de café con más facilidad.
Como todo lo que se hace en el campo, espolvorear el fertilizante sobre los palos de café tiene un método riguroso. “Hay que esparcirlo en media luna”, dice don Henry, “si no se hace así, no sirve”.
La mata de café necesita de numerosos cuidados que incluyen sombra, aplicación de fertilizantes y control de plagas como la broca (un insecto parecido al gorgojo), o la roya (un hongo que aparece en el revés de las hojas de las plantas).
La finca de Henry tiene alrededor de 8 hectáreas. Aunque el café es el cultivo principal también tiene sembradas matas de plátano, cacao, naranja, limas, mangos y otras decenas frutas que Henry reconoce a la distancia.